23.12.05

Superarse en no hacer nada

Llega el momento por el que se fecilitan y se señalan estas fechas: las vacaciones.

En este año me han pasado un puñado de cosas, y seguramente que algunas importantes, pero ninguna me ha dado tantas satisfacciones como la que puede ser más tonta desde fuera: hacer una marca de 53 minutos para 10Km (sólo a 20 minutos del record mundial :-P ).

Quizás me sienta orgulloso de ello porque tampoco he hecho nada más interesante, pero fundamentalmente porque superarse en algo, por tonto que sea, nos hace sentirnos bien (seguramente viene de fábrica).

Bueno, ahora que lo pienso mejor esos 53:00 no son lo que más satisfacciones me han dado, de hecho pasé un muy mal rato para conseguirlos. Sin embargo lo que sin duda me ha dado más tasifacciones no puedo confesarlo abiertamente pues mi comentarista anónima me puede correr a gorrazos, aunque seguro que la audiencia de la página subiría ;-)

22.12.05

Día de lotería

Todos los 22 de diciembre no puedo evitar poner la radio para escuchar el sorteo de la loteria de Navidad. No es por la ilusión que me pueda hacer ganar pues no suelo jugar (este año ni tan siquiera llevo ni una participación), lo hago porque me recuerda al inicio de las vacaciones de Navidad cuando era niño.

En cierto modo supongo que evoco la ilusión de aquellos días, cuando se aproximaba Nochebuena y los regalos, cuando la Navidad no empezaba el 2 de noviembre.

Lo cierto es que uno se siente reconfortado participando de las tradiciones, aunque sólo sea de forma pasiva. Además creo que este soniquete de la lotería debe ser algo parecido a un mantram que nos adormece y relaja.

Ya sólo faltaría que uno creyera en estas cosas de la lotería, pero sabiendo que hay muchas más probabilidades de morir fulminado por un rayo que de ser afortunado por la lotería prefiero intentar huir de ambas cosas.

De hecho si uno optara por jugar lo haría al cupón de los ciegos, pues jugando toda la vida hay altas probabilidades de que te toque al menos una vez. Sin embargo no habría que jugar al euromillón, pues la probabilidad de acertar es tan baja que se aproxima a lo imposible (se podrían hacer varios juegos probabilísticos sobre cosas más probables de suceder que un pleno del euromillón).

Ahora la pregunta es: ¿es preferible vivir ilusionado, aunque sea con un engaño, que vivir teniendo la certeza de que no va a pasar nada extraordinario?

Casi se podría afirmar que la lotería cumple una función de contención social, algo parecido a la religión, pues mientras la gente tenga esperanzas en que su situación podrá mejorar por algo que supera su entendiemiento es menos probable una rebelión por puro desencanto.

¡A las barricadas!
(caray a lo que he llegado evocando el espíritu navideño).

21.12.05

Pasteis do Beleim (y VI)

Tras comer en el primer sitio que tenía más o menos buena pinta dimos los últimos paseos por la ciudad, y a media tarde empezamos a pensar que quizás no volveríamos a probar los pasteles de Belém en mucho tiempo, así que decidimos volver a por más.

La idea era cojer el tranvía, pero su frecuencia es muy escasa comparada con la de los autobuses, así que pillamos un autobús. Por cierto que el sistema de billetaje es un poco peculiar comparado con lo que tenemos por aquí, pero a eso hay que dedicarle un post en exclusiva.

Cuando llegamos a la pastelería/cafetería el gentío era enorme, y en la barra lucía un cartel de "no servimos bebidas". A esas horas sólo se despachaban "pasteis". Constantemente sacaban bandejas de la cocina mientras otros camareros llenaban cajas de tres pasteles. Llegado mi turno pedí dos cajas, pero me cobraron nueve euros y en el ticket ponía que me habían dado doce pasteles. Tras preguntar sobre el ticket nos dijeron dos cajas equivalían a doce pasteles.

Comprobamos que efectivamente las bandejas que salen del horno tienen los pasteles agrupados de dos en dos uno encima del otro, pero en cualquier caso nos quedamos con el lote.

Volvimos al hotel y nos dimos una cena de pasteles, comprobando que tres seguidos se hace un poco pesado para el estómago.

A la mañana siguiente salimos muy temprano por el miedo a la operación retorno, tanto como a las cinco de la mañana hora española (cuatro hora portuguesa) así que hasta Sevilla apenas encontramos tráfico.

Hicimos una parada técnica para repostar y desayunar... "pasteis de Belém" que teníamos en la recámara (al final sólo llegó uno a casa). Justo en la frontera había un fuerte control policial (perros, pinchos, furgonetas cruzadas en la autopista, ametralladoras...) conjunto de la policía portuguesa y la guardia civil. El hombre de verde nos hizo parar y nos miró detenidamente, pero se ve que no le ugstamos porque nos dijo que siguieramos camino.

Y así hasta casa, siempre asistido por mi eficaz copiloto (y comentarísta anónimo de este blog, además de muchas otras cosas):


En definitiva que muy recomendable pasar un fin de semana en Lisboa, además de lo que se ve y se come uno tiene repertorio para unos cuantos post.

20.12.05

Pasteis do Beleim (V)

Después de los paseos matutinos era el momento de que el verdadero protagonista de la historia hiciera acto de presencia: "Pastéis de Belém", pronunciado como "Pasteis do Beleim".

Junto al monasterio de los Jerónimos existe una cafeteria que elabora estos pasteles recubiertos de un hojaldre bastante consistente y de una crema pastelera deliciosa. Se puede comer con la mano y no se desmontan, lo que lo hacen ideales para comer en cualquier ocasión.

Inauguramos nuestro festín pastelero con una degustación de dos pastelitos cada uno:


Como había algo de tiempo hasta que pasara el autobús fuimos al museo del coche de época, que resultó ser bastante curioso, además de barato (tres euros) a tenor de los precios a los que ya nos habíamos habituado.



El autobús nos dejó cerca de la parada del tranvía 22, un tranvía que recorre las zonas más pintorescas y escarpadas de la ciudad. Nuestra intención era subir al castillo que lucía en todo lo alto, pero a medio camino el tranvía se paró debido a un corte electrico, así que nos hicimos los machotes para subir andando.

Este castillo no tenía la gracia de los de Sintra, aunque estaba bien cuidado. Como anécdota cabe destacar la exposición de burros (los de cuatro patas) que se celebraba para recaudar fondos para proteger la especie. Se incluían murales y pollinos auténticos:

19.12.05

Pasteis do Beleim (IV)

El Hotel "Best Western Florida" estaba muy bien situado, y en una zona que finalmente resultó fácilmente indicada desde las rondas de la ciudad, pero como siempre ocurre en estos casos la calle por la que íbamos a entrar estaba en dirección prohibida, además de amenizarse la cosa con algunas obras que añadieron más confusión.

Pero bueno, encontramos un parking cerca y ahí soltamos el coche pues en Lisboa no hay zona azul sino que toda la ciudad es zona azul.

El hotel resultó malillo a pesar de sus cuatro estrellas, el cuarto de baño de la habitación olía a humedad, la televisión no tenía muchos canales (el único canal español era del de noticias 24h) y el servicio de habitaciones poco variado (bueno, esto no importa puesto que nunca lo utilizamos). También tenían cierto desmadre en recepción, lo que nos permitió desayunar de gorra pues no habían pasado la nota cuando nos fuimos.

La intención era tomar un "bus turistic", pero a las cinco de la tarde dejaba de circular así que optamos por patearnos el centro. La verdad es que el paseo fue agradable, con una zona comercial muy animada y unos edificios antiguos muy bien restaurados.

Enseguida nos percatamos de cuales son las imágenes más típicas de la ciudad: los tranvías y un anuncio en el que sale Collina (estaba por todas partes el calvo este).


Cuando ya estábamos reventados fuimos para el hotel y caímos rendidos, pues las caminatas por las cuestas de Sintra habían hecho mella. Directamente cenamos un par de piezas de fruta y al catre.

Al día siguiente desayunamos en el hotel (por cierto que tienen el peor zumo de naranja que he probado en la vida) y salimos a por el "bus turistic" nos habían recomendado.

El trayecto no estuvo mal, a pesar del viento "fresquito" que soplaba, pero así como en otras ciudades el "bus turistic" es de obligado uso aquí la verdad es que se puede pasar sin él perfectamente, apenas aporta información y se llega a todos los sitios fácilmente en autobús o tranvía (aunque ambos sean caros).

La primera parada fue en la torre de Belén, puesto de vigía y defensa junto al río Tajo. La tarifa de entrada era de las caras (cinco euros por cabeza), pero asumido el impuesto revolucionario de turista la verdad es que merece la pena pues el monumento está muy bien cuidado y tiene un puñado de escaleras que subir, requisito imprescindible de toda visita turística que se precie :-)



A pocos minutos andando estaba el Monasterio de los Jerónimos, el primer claustro que me encuentro en que se vean cosas y no sólo haya que imaginarlas. Sencillamente espectacular, estratósférico. Quizás no tiene el encanto de algunos claustros románicos, pero verlo lucir en todo su esplendor es algo que no hay que perderse, y bien merece tomarse un momento de meditación.

16.12.05

Pasteis do Beleim (III)

Salimos hacia Lisboa a la hora a la que el cuerpo nos pidió, pero a los pocos kilómetros estábamos saliendo una hora antes. Menos mal del indicador de tráfico que tenía la hora portuguesa que si no ni nos enteramos que a pesar de estar tan cerquita hay una hora de diferencia.

Finalmente nuestro destino fue Sintra, pues aunque no pillara de paso se podía llegar fácil.

Lo más espectacualr del trayecto fue el puente sobre el río Tajo que hay a la entrada de Lisboa, varios kilómetros de largo y dos niveles, por arriba coches y por debajo trenes... espectacular.

Sintra tiene la curiosidad de contar con un centro histórico totalmente apartado (a varios kilómetros) del núcleo de la ciudad, así que un error en la ruta puede ser fatal.

Tras un par de vueltas para aparcar empezamos una ruta por los distintos palacios y castillos de la zona. Las visitas merecen la pena, pero lo mejor es que los palacios ¡tienen mobiliario!

Uno está acostumbrado a visitar habitaciones con una triste cama o un pequeño aparador, pero aquí las casas-museo estaban equipadas hasta el último detalle.

La subida al castillo resulta algo confusa, tal es así que algunos incautos la hacen a pie, sin embargo la oficina de turismo nos porporcionó un plano con el que conseguimos orientarnos.

Por cierto que inmediatamente nos dimos cuenta que el idioma no iba a ser problema pues en todos los establecimientos turísticos hablan o entienden español. Por contra el portugués leído más o menos se entiende, sin embargo el portugués hablado no hay quién lo entienda. Como curiosidad comentar que los carteles en los museos siempre empiezan con dos o tres palabra en castellano, pero cuando uno se entusiasma empiezan a manifestarse las diferencias hasta que uno opta por leer la traducción al inglés (tanto buscar palabras parecidas acaba agotando).

El castillo era similar al resto de castillos que hay en la península: mucho andar, algunas escaleras, algunas murallas y muchas ruinas. Sin embargo la vista de Sintra desde arriba y las vistas al océano merecen la pena, sobre todo los palacios.







La última visita fue el palacio más famoso de Sintra (mi documentación al respecto de los nombres es extensísima), en el que de nuevo destacaba el mobiliario de las habitaciones, aunque su caprichosa arquitectura no dejaba de ser curiosa.




Finalmente decidimos comer en este palacio, que tenía una cafetería atiborrada de gente (españoles principalmente, como en todas partes) y un restaurante en el que no había nadie. Total, que nos metimos en el restaurante que resultó ser normalito pero con cierto estilo, destacando que la cesta del pan tenía cinco tipos de panes: pan "cateto", bollitos blancos, piquitos cortos, piquitos largos y pan de barra.

Por la tarde nos aguardaba la parte más complicada del viaje: llegar al hotel en pleno centro de Lisboa.

15.12.05

Pasteis do Beleim (II)

A media tarde llegamos a Badajoz y nos pusimos a buscar el hotel (Hotel Río Badajoz, de tres estrellas). Al final resultó de los más fácil llegar a él (estaba en la carretera a Portugal).

En recepción nos atendió una señora más o menos mayor (habría pasado la cicuentena de largo) pero muy amable y eficiente. Nos dio un plano del centro y nos recomendó las zonas por las que podíamos pasear. También nos indicó un par de sitios para cenar matizando que "estos son los sitios a donde yo voy".

La idea era salir inmediatamente, pero caímos en la cama fulminados y no pudimos privarnos de un par de horas de siesta.

Finalmente salimos de noche y dimos un paseito por el centro histórico, comprobando que no ésta no era una ciudad muy turística, pero que seguro que sí era confortable para vivir por la cantidad de parques que vimos.

También pudimos comprobar que la especulación inmobiliaria estaba presente, y parece que no hay mucha oferta a tenor de lo solicitados que estaban algunos pisos:


A eso de las nueve nos metimos en uno de los restaurantes recomendados, pero aún no tenían abierta la cocina así que nos tomamos algo pues el ambiente era muy agradable en el bar (había muy pocas personas). Al rato el camarero nos hizo pasar al restaurante excusándose por la espera.

Una amable camarera "que no llevaba mucho tiempo" (yo creo que la debieron contratar para ese día) nos acompañó a la mesa que fuera de nuestro antojo (no había nadie) y nos dio la carta. Se notaba (a kilómetros) que la chica no tenía muchas tablas, pero lo suplía con humildad y amabilidad.

Al poco llegó el maitre, de nuevo una persona amabilísima con una gran profesionalidad que nos recomendó las especialidades de la casa.

Finalmente nos pedimos una lubina en salsa de almendras y un secreto ibérico... exquisito todo. Hacía mucho, mucho que no disfrutaba tanto del sabor de un restaurante. La lubina además tenía una presentación magnífica, y el secreto estaba cortado en tiras de forma que no hacía falta usar el cuchillo.

La cena nos salió por unos 50 euros en total, pero no nos cobraron las bebidas que nos tomamos en el bar "por la espera" (por cierto que apenas entró nadie más a cenar, así que la tranquilidad fue la nota predominante).

La verdad es que no teníamos previsto ir de restaurantes, pero sólo por esa cena mereció la pena la visita a Badajoz.

PD: El restaurante es el asador "Los Canchales" y su teléfono es el 924244443.

13.12.05

Pasteis do Beleim (I)

Se acabaron las mini vacaciones, así que ya estoy rellenando la solicitud para las siguientes, que uno se lo pasa muy bien hasta madrugando siempre que no sea por obligación.

Fueron bastantes kilómetros de carretera, pero supongo que yo seré uno de esos que hace "salida escalonada" pues apenas me encontré tráfico ni para ir ni para volver.

Lo que no sigo sin entender es el límite de 120 Km/h en autopista, sobre todo en las de peaje de Portugal, que son directamente espectaculares (rectas, bien asfaltadas y mejor señalizadas, creo que merecen la pena los 22 euros del trayecto entre Lisboa y Faro, sobre todo si los comparo con los cinco euros que cuesta el trayecto entre Marbella y Estepona en verano).

Según el plan de viaje había una visita y comida en Mérida, cena y noche en Badajoz, visita matutina a Sintra y dos noches en Lisboa.

Llegamos a Mérida y empezamos la ruta arqueológica. Lo que pillaba más cerca fue un decepcionante circo romano, que visto desde fuera nos hizo tomar la decisión de no gastar tres euros por cabeza en ver los restos desde dentro de la reja, pues a fin de cuentas para ver algo había que darle mucho a la imaginación (o ser un fan acérrimo de la arqueología).



Siguente parada en el anfiteatro, ante el que no pudimos ser objetivos pues no hace tanto que estuvimos en el Coliseum de Roma y las comparaciones con una provincia de la periferia... pues como que no, que había que poner menos imaginación que con el circo pero que también había que darle a las neuronas.

Al ladito estaba el teatro, que sí que merece la pena (aunque no sé si tanto como para pagar siete euros por persona). La grada estaba restaurada, peor al ir a pisarla cedió un poco ¡y es que la mayor parte del graderío es de plástico! Pero bueno, la estructura del escenario estaba muy bien cuidada.



Tras un paseo por la cuidad (no es que sea lo mejor que hemos visto pero sí que es agradable) intentamos buscar algún sitio para comer. Muchos sitios estaban cerrados y los bares son casi todos negocios familiares con una pinta algo cutre (aunque limpios, pero sin dejar de ser bares de barrio).

Al final entramos en un bar que tenía una pinta más o menos interesante y nos pedimos una tabla de ibéricos y dos cosas más. Fue absolutamente decepcionante comprobar que en la tierra del cerdo ibérico te sirven embutidos del Mercadona, y en un sitio de tantos bares raciones calentadas al microondas. Supongo que no tuvimos suerte al elegir el sitio.

Salimos en dirección Badajoz un poco decepcionados, pensando que quizás hubiera merecido la pena ver Cáceres, pero bueno ya tenemos en el curriculum el teatro romano de Mérida.

7.12.05

Puentiiiiing

Me voy de puenting a Portugal. Tengo que hacerle kilómetros al coche que para eso me lo he comprado.

Espero traerme alguna batallita que contar.

5.12.05

Consejo de compañero

Estaba yo haciendo la compra de supervivencia (agua, zumo...) en el Mercadona cuando escuché algo de bullicio en la caja en la que hacía cola (había muchísima gente y la cola era considerable).

La chica que atendía en la caja increpada a un cliente que estaba metiendo su compra en las bolsas: "¡usted a mí no me falta al respeto!".

En ese momento se inició esa tradicional conversación española sobre quién falta el respeto a quién:
- Yo no le he faltado al respeto, es usted quién me está faltando al respeto.
- Usted es quién me falta al respeto
- Es usted...

En fin, un bucle infinito que se rompe cuando alguien suelta alguna bordería fuera de tono, como la siguiente lindeza del cliente:
- ¡Tú lo que necesitas es buscarte un novio!

La cajera entró en cólera, pero llegó un compañero que iba a cubrir una de las cajas libres y la sustituyó para que ella se alejara del tumulto.

La cosa no fue a mayores pues el cliente se marchó vociferando: "Yo soy el cliente y usted me tiene que respetar" (y dále con lo del respeto).

A continuación la cajera empezó a explicarle al compañero lo sucedido:
- Pues ha venido un chico con dos euros pidiendo cambio para el carrito, yo se lo he dado y entonces un hombre que estaba esperando la cola me dice: "haz las cosas con más alegría, no pongas esa cara de desgraciada".

Me imagino que la cosa debió seguir en el punto en que lo encontré con la filosófica discusión de quién respeta a quién.

El compañero escuchó con atención, y yo pensé que iba a suavizar la situación, pues a fin de cuentas había mucha gente y se entiende que la mujer estuviera algo estresada. Sin embargo este "amable" cajero agarró la barra metálica que sirve como separador de las compras de los clientes y dijo:
- Pues la próxima vez le rompes esto en la cara. No hay problema, lo paga Mercadona.

¡Para que luego digan que no hay compañerismo en las situaciones difíciles!

2.12.05

Recibiendo un poquito de atención

Cuando empiezas a trabajar lo suele hacer por poco dinero (perogrullada) así que una de las cosas que más motiva para seguir trajando en el mismo sitio es que reconozcan tu trabajo. Los buenos jefes saben lo efectiva (y barata) que sale un palmadita en la espalda a tiempo (a los malos se les huele el peloteo a kilómetros).

Sin embargo a medida que vas ganando más dinero vas recibiendo menos reconocimientos del otro tipo, seguramente porque también se va ascendiendo y los jefes dejan de ser compañeros de sufrimientos para tenerte como "recurso" (igual que un ordenador o una mesa).

Después de tantos años donde la estabilidad del trabajo se convierte en una travesía por el desierto (sólo se acuerdan de mí cuando se rifan hostias por algún problema) ya volvía a necesitar algunos "cariños" profesionales.

Claro, que si uno quiere hechar un polvo sin tener pareja sólo le queda salir a ligar engatusando a alguien con que le ofreces la vida con tal de pasar una noche. Pues por las mismas acepté asistir a una entrevista de trabajo de otra empresa aun sabiendo que sus condiciones no me interesan.

Ha sido poco más de una hora (he sacrificado la hora de la comida, pero la ocasión lo merecía) donde una chavalita del departamento de RRHH me ha estado vendiendo su empresa.

Eso de ir a una entrevista sin pretensiones la verdad es que resulta divertido, pues puedes ir tuteando a todo el mundo y dando dos besos en lugar de ofrecer la mano a la chica que hacía la selección de personal: eso les rompe el guión.

Luego he abusado un poquito haciendo que me escuchara, y para que no perdiera atención me he puesto a soltarle palabras técnicas y a soltarle datos y cifras sobre mi vida profesional para que además tomara apuntes.

No es que haya sido muy ético, pero ha estado bien, sobre todo eso de pedir un montón de dinero sin inmutarte al decirles que "esos son tus mínimos".

Creo que lo tendría que repetir periódicamente.