30.9.06

Creando polémica

Hace unos meses expresé mi admiración por Carlos Alsina y, de forma inesperada, éste ha resultado ser uno de los mensajes más comentados, no tanto por lo que contaba sino porque un comentarista anónimo inició una polémica de donde no la había.

En todos los foros de internet siempre hay alguna opinión digamos disonante. Realmente no es una opinión que aporte mucho a lo que se habla, pero suele crear un "efecto llamada", o más bien un cite torero para que otros entren al trapo. Ante esas opiniones siempre he optado por no contestar, no entrar al trapo.

Sin embargo tengo que agradecer al indignado comentarista anónimo que haya provocado un comentario de respuesta de "Alsina", que ni remotamente creo que pudiera ser el referido en el mensaje, pero que me ha hecho mucha ilusión dada la notoriedad de este blog (cada día más soso, todo sea dicho).

Y por supuesto agradezco a "Alsina" ese momentito de ilusión.

28.9.06

Vivo sin vivir en mí

Vivo sin vivir en mí,
y de tal manera espero,
que muero porque no muero.

Esto es lo que se me vino a la mente después de la sesión de gimnasio de ayer, pues no es que no me sintiera las piernas, es que directamente no me sentía.

También me acordé de aquel profesor de educación física (el Sr. Tomeu) que, con toda su mala leche, decía: "Que nadie pare de correr, sólo se puede parar si se echa el hígado por la boca. El hígado es una cosa viscosa y blanda, hasta que no lo sintáis en la boca no se para". Era menos poético que Santa Teresa, pero igualmente descriptivo.

27.9.06

Fruta fresca

Los urbanitas ya pensamos que las frutas y hortalizas saben a plástico, pues hemos olvidado lo que supone saborear un tomate de verdad. Sin embargo un día en el pueblo te saca de la ignorancia y te sume en una profunda depresión cuando tienes que volver a pasar por la frutería del Mercadona.

Los tomates no están en la nevera, sino directamente en la mata. Un día antes de preparar la ensalada el abuelo se encarga de recogerlos, así como las cebollas (algunas de casi un kilo), resultando toda una experiencia comer una simple ensalada de tomates.

Después de la comida sales de la casa y das buena cuenta de la higuera. O por la tarde se cojen unas cuantas "acerolas" (así llaman a un pequeño fruto de un árbol que tiene textura de manzana y sabor y tamaño de cereza) para ir picando.

Todo ello en el "jardín" de la casa, pues si ya hablamos de lo que viene de las tiendas de los alrededores sería un no acabar.

Ese magnífico jardín (realmente un pequeño huerto y algunos árboles frutales) lo mantiene el abuelo, que a sus más de 85 años pasa sus ratos entre los paseos por el pueblo y su afición al hazadón, al que ha estado unido prácticamente toda su vida. Su cara muestra las arrugas propias de su edad, pero su lucidez y sabiduría son inconmensurables, con la experiencia que da haber vivido los tiempos duros de la posguerra, haber criado una familia numerosísima, y haber dedicado buena parte de su tiempo a mejorar el pueblo siendo alcalde (de los que se preocupaban porque el agua llegara a las casas y el asfalto a las carreteras, no de los que lucen el palmito).

Ahora volverá a pasar mucho tiempo hasta que me vuelva a comer un tomate a bocados, pero sé que el abuelo seguirá cuidando la mata para cuando yo, como cualquier otro miembro de la familia, le haga una visita para rendirle pleitesía.

PD: Lo sé, me pongo muy coñazo cuando vuelvo del pueblo. Me deben sentar mal el aire y los tomates sin contaminar.

25.9.06

Cosas que no se pueden explicar

Supongo que tengo que admitir que no soy un erudito del idioma, pero esta es una de esas ocasiones en las que me guestaría expresar un sentimiento y no soy capaz de hacerlo con palabras.

Este fin de semana nos hemos tomado una vacaciones. Por la duración (día y medio) se podrían tildar de mini vacaciones, pero por la intensidad con la que he vivido cada segundo han sido unas mega vacaciones.

Hace unas semanas mi madre me dijo que se iba a ir a su pueblo, aquel pueblo en el que viví el despertar de la adolescencia y al que hacía años que no iba. Ni corto ni perezoso acudí a Rumbo y me apunté a la fiesta, pues parte de la familia iban a pasar allí el fin de semana (una parte de diez hermanos, con mujeres e hijos, da para mucho jolgorio).

Son mil kilómetros para ir y mil para volver, avión y coche, pero fue llegar y comprobar porqué merece la pena.

Una de las sensaciones que no se describir es la de llegar a un sitio en el que no estás desde hace muchos años, pero que conoces como la palma de la mano, y donde cada rincón guarda al menos un recuerdo.

Encontrarse con una amplia familia divirtiéndose con las cosas cotidianas es otra sensación única, quizás habitual para personas que sean sociables en algo más que su apariencia, pero impagable para los que sólo intentamos mantener una fachada.

Impagable es escuchar el silencio, de día se escucha el rumor del viento, de noche sólo el de los pensamientos. Sin tráfico, apenas sin gente, sólo sonidos naturales.

La poca gente que uno se encuentra intenta mantener vivas sus raíces, una historia de prosperidad en otro tiempo, que ahora la mantienen apenas unos cientos de personas.

E inexplicable es la sensación de vacío que se queda cuando tengo que volver, con el único consuelo que la temperatura ambiente es más cálida por aquí.

20.9.06

Piropo

Voy caminando junto a una obra y escucho que gritan: "Vaya unas tetas!!!!, ¿Seguro qeu son tuyas?".

Me giro y veo a dos jóvenes albañiles descamisados que se dirigen a mí y me reiteran a grito pelado: "Pero que tetas!!!!". Me hago una revisión general no vaya a ser que tenga algo raro encima, vuelvo a mirarles para salir de dudas, y confirmo que me miran a mí... ya empiezo a pensar: "¿Se estará notando que la semana pasada fui al gimnasio un día y casi hice todos los ejercicios?".

No sé, un mar de dudas se me plantean, y entre las posibles opciones la más probable parece ser que simplemente se estén riendo a costa mía, así que sigo mi camino sin ceder la marcha...

"¡¡¡ Y qué culo !!!".

Estooo, bueno, mejor salir de aquí. Y en mi huida veo que por la otra acera me adelanta una chica, más que probable destinataria de los sutiles mensajes.

¡Cachis! Yo que ya me había hecho ilusiones.

18.9.06

Kenia y Seychelles - Hoteles (I)

Salvo en la capital en Kenia los hoteles, tal y como los entendemos por aquí, no parecen muy recomendables, pues eran pensiones hiper-cutres que se anunciaban a los lados de la carretera.

Sin embargo dentro de los parques nacionales existen lo que se da en llamar "lodges", que no son ni más ni menos que hoteles con bungalows de lo que vendrían a ser cuatro estrellas. La verdad es que están muy bien montados, y el servicio es bastante bueno y abundante (hay recoge maletas para aburrir).

El primer "lodge" estaba perdido en medio del parque de Samburu. El alojamiento se hacía en unas casas de madera con cuatro habitaciones muy grandes desde las que se accedía por fuera (tipo apartamento).

El hotel estaba junto a un río y tenía una bonita piscina alrededor de la cual jugaban los monos (había un masai que los manteía a ralla para que no dieran mucho la lata). También tenían como atracción una zona del río en la que alimentaban a un cocodrilo que lucía una buena barriga.

La recepción al hotel nos pareció muy adecuada, y lueog comprobamos que era lo habitual: nada más bajar del 4x4 te ofrecía un vaso de zumo y una toallita húmeda (de tela) para que te limpiaras un poco el polvo del camino. Además los trámites de check-in nunca fueron demasiado largos, lo que era de agradecer tras los kilómetros por esas carreteras.

Las habitaciones tenían una pinta muy rústica, con su mosquitera y todo. La verdad es que no tenían nada que envidiar a las de cualquier hotel de por aquí.

Eso sí, imprescindible un adaptador para los enchufes (allí son de tres tomas planas).

La particularidad principal, que quizás les convertía en lodges y no en hoteles, era que había ciertas horas del día (y la noche) en las que cortaban el agua caliente y la luz. Esas horas las hacían coincidir con las salidas a los safaris, así que no presentaba mayor problema (salvo una noche que tuve que mear de oido).



La siguiente noche la pasamos en Aberdares, en una especie de hotel en medio de la selva. El entorno no ofrecía mucho más que el paisaje selvático, pero el alojamiento tenía mucho encanto pues tuvimos que dejar en consigna (en lo que llamaban "hotel base") las maletas para llevar lo imprescindible para pasar la noche. Esto era debido a que el hotel estaba prácticamente construido sobre los árboles y las habitaciones era muy pequeñas (aunque todas con baño). Salvo grifos y ventanas todo estaba hecho de madera, y uno se sentía como en un barco.

La gracia del sitio estaba en que tenía una enorme terraza que daba a un lago donde los animales iban a comer y beber. Debajo de esta terraza había un salón acristalado donde se podía tomar un té calentito (hacía un frío de narices) mientras veías a los animales.

La lástimas es que no había mucha variedad de bichos, lo que hacía que aquello perdiera encanto.



La siguiente parada y fonda la hicimos dentro del parque del lago Nakuru. Este lodge era el que tenía más pinta de hotel, pues la construcción era de ladrillo y piedra en lugar de ser de madera. Los bungalows eran bastante nuevos y la vista del lago (a lo lejos) muy maja.

Antes de la cena (a las siete) nos brindaron un espectáculo de "coros y danzas populares": mucho meneíllo de caderas y mucha percusión. Dentro de lo que es un espectáculo para turístas estuvo bien, sobre todo porque duró media hora escasa.

La cena fue de una calidad aceptable, lo que se espera en un hotel de cuatro estrellas (en Samburu fue por el estilo). Un buffet variado, con cocina internacional y algo de cocina hindú (el riesgo con el picante nos persiguió durante todo el viaje), además de un cocinero que preparaba cosas a la parrilla.

A destacar el zumo de mango, del que dábamos buena cuenta en los desayunos.

La única pega del hotel de Nakuru fueron las ranas. Había una fuente cerca del restaurante en la que croaban las ranas a todo meter. Si a eso sumamos que un cantautor local amenizaba la velada con su guitarra el dolor de tarro estaba asegurado.

14.9.06

Odio el Photshop

No es que tenga nada contra el magnífico programa de Adobe, pero es el principal culpable (o al menos el símbolo) de que los hombres no nos podamos recrear la vista con fotos de féminas ligeritas de ropa sin acordarnos de Jessica Rabbit.

Lo importante de las fotos de personas (forma fina de referirme a "tías buenorras en bolas") radica en que son fotos, en que muestran la realidad, en que en algún lugar, en algún momento hubo alguna persona como la que se ve en la foto. Uno ya sabe que las fotos que se publican están muy bien seleccionadas, que la luz disimula las imperfecciones, pero sabe que lo que ve es real. Sin embargo hoy en día la mano se suele ir más de la cuenta con el retoque digital, y el resultado está más cercano a una caricatura que a lo que, en su origen, se asemejó a la realidad.

Personalmente prefiero ver las arrugas e imperfecciones de la piel, alguna sombra, algún lunar, pues si la moza está de buen ver esas pequeñas cosas la hacen más cercana (iluso).

Pero, que yo sepa, ya quedan pocas publicaciones que no se dediquen al retoque (desde Playboy a Maxim, aunque Interviu se lleva la palma del airbrush), quizás el Private y las de su onda, pero es que ni tanto ni tan poco.

12.9.06

Chupar relaja

Esta podría ser una afirmación que hace el receptor del acto, en cuyo caso la forma correcta sería "ser chupado relaja". Por tanto es una afirmación que se dirige al que realiza el acto... el o la chupadora.

No sé si ante esta disertación alguien podría pensar en algo distinto de lo único (con el permiso de la PlayStation), pero hay alguien a quién sí que se le ha ocurrido esta frase como reclamo comercial.

Cuando pensamos que deberíamos inventar algo para hacernos ricos, perdón, millonarios en euros (lo de ricos también, para así ser chupados con esmero) siempre pensamos en el summun de la genialidad: ponerle un palito a un caramelo.

Sin embargo la genialidad se da pocas veces, y los herederos de Enric Bernat la deben haber heredado. Es más, puedo afirmar sin miedo a equivocarme que SON LOS PUTOS AMOS. Quien aún lo dude que mire la imagen del nuevo envase de chupa-chups con forma de paquete de tabaco (el producto lo encontré en el Carrefour, aunque también podría venderse en sex-shops):


Es que además de ganar dinero están fomentado que la humanidad sea un poco mejor con ese tipo de mensajes.

7.9.06

Kenia y Seychelles - Aeropuertos (II)

Aterrizamos en Nairobi por la mañana, y el avión aparcó lejos de la terminal. Sin embargo no había autobuses (supongo que así funcionan las cosas por allí) así que nos dimos un paseito entre los aviones que estaban por allí aparcados hasta llegar a la terminal. Por cierto que de calor nada, más bien fresquito.

El control de pasaportes de Nairobi era leeento, tanto para entrar como para volver. Escaneaban la hoja de datos del pasaporte (avanzados estaban) y tenían varios ordenadores con pantalla plana por garita. En uno trabajaba el funcionario de turno, en otro (en el que no había nadie en ese momento) estaba el solitario de Windows.

Tras el periplo por Kenia volvimos a visitar el aeropuerto de Nairobi, con control de seguridad y rayos X para todas las maletas antes de hacer la facturación, de hecho la cola se hacía en la calle. Como nada pitó (supongo que era muy temprano para encender el detector de metales) nos pusimos a hacer cola. La agencia nos hizo llegar como tres horas antes, y desde luego que estaba justificado pues la lentitud de las colas era impresionante. Por fortuna el aeropuerto no es muy grande y, por tanto, secillo y rápido para llegar a la puerta de embarque, donde tuvimos que volver a pasar por otro arco de seguridad que sí pitó, así que repetimos cacheo sin pasarse (ni botas ni bultos sospechosos). Cabe destacar que la zona de embarque tenía un par de televisiores en los que estaba sintonizado ¡un canal de tele predicadores!

En el vuelo hacia Seychelles repetimos Kenya Airways, y no guardo ningún recuerdo de ese avión, así que seguro que también me dejé el pellejo de las rodillas.

A medida que llegábamos a Mahé la espectación crecía por las ventanillas, pues el paisaje es espectacular, y el aeropuerto, que está pegadito al mar (como todo allí, la verdad) tiene unas vistas impresionantes.

Bajados del avión nos dimos otro paseito entre los aviones, comprobando desde un primer momento que allí no se vivía con mucho estrés (varios maleteros sentados en una cinta esperando a que llegaran nuestras maletas, pues era el único avión que tenía algo de actividad). El paseo fue muy agradable por la vista y por la temperatura envidiable de la que gozan por allí.

Pasamos el control sanitario (muy muy riguroso) y un control de pasaportes que convertía a los de Nairobi en unos hachas de la eficiencia: aquí no había escáner, se picaban a mano los datos del pasaporte. Al final nos dieron un papelito con el número de inmigrante que luego tuve que usar para demostrar mi identidad en cualquier sitio (en el hotel, al alquilar coche, etc).

Por cierto que el control de pasaporte era selectivo, con cola para los nacionales y otra para los extrangeros. Pues bien, las colas de los extrangeros iban infinítamente más rápidas que las de los nacionales.

Recogimos nuestras bolsas (llegaron, llegaron) y cuando salimos de la zona de equipajes ¡estábamos en la calle! Este aeropuerto tiene la zona de facturación en la calle, pues la temperatura constante hace innecesarias las paredes. La verdad es que el efecto es bastante curioso y agradable.

Tras los escasísimos días en Seychelles (por más que se esté allí siempre sabe a poco) volvimos al aeropuerto. En esta ocasión tuvimos que facturar (en la calle) sin plastificar las bolsas, pues por allí no había nada más que los mostradores de facturación.

En la terminal internacional (y zona de embarque, pues está todo junto) había una tienda de las típicas de los aeropuertos y una joyería con joyas cuyo precio era superior ¡a los 5.000 euros! Supongo que será por si no te ha dado tiempo a cambiar el dinero suelto y te lo quieres gastar allí.

Tras el paseito entre los dos aviones que había en el aeropuerto subimos al de Air Seychelles. El avión tenía algunos años y no había televisores individuales ¡pero podías separar las rodillas del cuerpo! La verdad es que prefiero una vión así a los supermodernos en los que acabo jugando al tetris con mis piernas dad la distancia entre asientos.

Las azafatas se llevan el premio a la antipatía, pero la atención durante el vuelo fue bastante buena, pues las diez horas no se nos hicieron pesadas en absoluto (ponían películas, había música, te daban de comer un par de veces). Sobre todo destaco la revista de la compañía, que es una guía turística de primera.

Aterrizamos en París y, en teoría, sólo teníamos que sacar las tarjetas de embarque para Málaga, pues las maletas estaban facturadas directamente. Sin embargo el aeropurto Charles de Gaulle es un caos, quizás por grande o porque, simplemente, se organiza a su manera. Estuvimos haciendo cola en el primer mostrador que encontramos, que efectivamente emitía tarjetas de embarque, pero no para nuestro vuelo pues regresábamos con Air Europa.

La verdad es que el billete que nos vendieron es un jaleo, pues en teoría la compañía que lo vendió fue KLM, haciendo la ida con ellos y la vuelta con Air France, pero en ningún momento estuvimos en un avión de Air France.

El caso es que nos mandaron a la zona de check-in que está fuera de la terminal internacional, es decir, tuvimos que pasar control de pasaportes (ya no había nadie, así que fue muy rápido), luego la zona de recogida de equipajes y salir a la calle. Una vez orientados nos dirijimos a la zona de check-in y encontrar el mostrador de Air Europa. Al intentar sacar la tarjeta de embarque nos dijeron que todavía no daban las tarjetas de embarque de nuestro vuelo, así que tocó esperar unas horas.

Según la terminal en la que uno se encuentre en el Charles de Gaulle te encuentras más o menos tiendas. Lo cierto es que lo ideal sería que pudieras facturar y, esperando el embarque, hubiera una gran zona comercial (algo parecido a lo que tiene Madrid), pero había poca cosa. Por fortuna había una tienda de Virgin en la que ponían en pantalla grande King Kong, así que se podía pasar el rato distraido.

Llegada la hora de la facturación sacamos la tarjeta de embarque y nuevo control de seguridad. A pesar de que pasé el arco sin el cinturón, me pitó el detector de metales, así que me pidieron que me quitara las botas y las pasara por rayos X (en el útimo de los vuelos, no está mal).

En la zona de embarque no había tiendas, sólo un pequeño bar que no servía cafés (misterios de la vida) y un montón de prensa gratuita (en francés, por supuesto).

El avión de Air Europa destilaba vuelo barato por los cuatro costados. Por no darnos ni un vaso de agua nos ofrecieron (ya se podían haber estirado, pues íbamos cuatro gatos). La sobada que nos dimos en ese vuelo fue monumental, así que pasó rápido.

Aterrizamos en Málaga y recogimos las maletas en la zona de equipajes extracomunitarios, que además es donde se almacenan todos los equipajes extraviados, entre los que lucía una enorme funda metálica de lo que parecía una tabla de surf (anda, que no se habrá perdido porque era pequeño aquello).

El control de aduana se redujo a un "¿De donde vienen?", y como las Seychelles no deben estar entre las zonas peligrosas nos dejaron salir sin más.

Y finalmente ocurrió lo mejor que a uno le puede pasar en un aeropuerto, que haya alguien esperándote para recibirte.

6.9.06

Kenia y Seychelles - Aeropuertos (I)

Tengo pendiente anotar algunas de las cosas que pasaron durante el viaje, pero la descripción cronológica de los hechos se me antoja aburrida, así que la crónica la realizaré de foram temática, de hecho ya empecé así con el previo de las vacunas.

Hoy dedico el espacio a los aeropuertos, que fueron unos cuantos: Málaga, Madrid, Amsterdam, París, Nairobi y Mahé.

Del aeropuerto de Madrid poco hay que decir, máxime cuando no tuve que pasar por la famosa T4. Sin embargo siempre destacaré como punto positivo que llegue el metro hasta el mismo aeropuerto, cosa que no he visto en muchos sitios (muchos aeropuertos tienen un tren de cercanías, pero no es lo mismo). Como punto negativo siempre está el caos que se monta en la facturación de la T1, con poco espacio para las colas de facturación.

En este sentido el aeropuerto de Málaga es de lo mejorcito que hay, pues la zona de facturación es sencillamente enorme, y aunque no hay ningún medio especial de organización de las colas, éstas se pueden distribur en línea recta sin ningún problema.

El vuelo hacia Amsterdam (con KLM) fue en un avión con televisor individual (no tenía juegos, pero bien) y una buena selección musical que se escuchaba a una calidad aceptable (han mejorado los auriculares). Lo que más me sorprendió es que la programación (tanto la de vídeo como la de audio) era exactamente la que se indicaba en la revista de la compañía (cosa que creo que es la primera vez que me pasa).

Llegados al aeropuerto de Amsterdam hubo que pasar el primer control de pasaporte serio. Enseñamos los pasaportes y dado que mi compi tenía la tarjeta caducada el del control dijo que eso no valía, pero ya teníamos en la mano los papeles que decían que todo estaba en regla (tuvo que hacer chorrocientos papeles para que le dejen salir y, luego, volver a entrar, y todo porque la administración es leeeeeenta para renovar un vulgar carnet), en concreto le dijimos: "We have the papers..." y no hizo falta más para nos dejara pasar, solo enseñarle una hoja de papel doblada.

Pero no es lo único que se hace de forma relajada, pues el arco de seguridad me pitó (le pita a todo el mundo). En lugar de pedirme que me quitara el cinturón o las botas que llevaba (tiene hebillas metálicas) me cachearon, sobre todo el cinturón. Sin embargo el cacheo no incluía ni el calzado (en esas botas podía haber llevado un tanque) ni el bajo vientre (supongo que uno no tiene ningún bulto sospechoso... al menos cuando viaja).

La organización del aeropuerto no es especialmente mala (no nos costó encontrar nuestra puerta de embarque). Había una zona comercial que estaba bien, aunque no fuera muy grande.

Tras la espera, y sin mucho retraso, nos subimos al avión de Kenya Airways (¿o era airlines?), donde nos recibieron unos azafatos como muy africanos, contrastando su piel con el rojo de la chaqueta. Algún azafato me pareció hasta amable, el resto (incluidas las azafatas) en la tónica de antipatía que ya está extendida por todas las compañías.

El avión era similar al del vuelo anterior, con televisión individual, pero con una selección de películas más amplia. Como eran todas en inglés o fracés (sin ningún subtítulo) me trague "Ultraviolet", que pa ver a la Milla Jovovich no hace falta que la película tenga sentido.

4.9.06

Campeones del mundo

Reconozco que sigo más el fútbol que el baloncesto, sobre todo porque seguir el baloncesto es complicadísimo dada la variabilidad de los días en los que se juegan los partidos de liga, pero no perdí ocasión de disfrutar del partido de ayer en el que la selección española culminó una serie de años de un juego formidable.

En el hecho de conseguir ganar un campeonato, como en el hecho de ganar cualquier partido entre equipos de un nivel similar, siempre influye el azar, sobre todo a la hora de perder (que se lo digan a la selección de baloncesto en las pasadas olimipiadas). Sin embargo para ganar un campeonato poco influye el azar. Las grandes victorias se labran a largo plazo, con un trabajo que suele llevar años y que no siempre da frutos.

Quienes ya no tenemos ni canas que peinar recordamos cuando el deporte nacional pasaba con más pena que gloria por los distintos eventos internacionales. Y si me remonto más atrás (casi todo el siglo pasado) sólo algún héroe despuntaba de higos a brevas, más fruto de un talento natural que de un trabajo bien hecho.

Lo que es incuestionable es que en el deporte de élite impera una máxima: la capacidad de sacrificio y sufrimiento del deportista es la única garantía para no fracasar. Pero el esfuerzo por sí solo sigue sin ser suficiente.

El punto de inflexión se produjo en España en el año 92, o mejor dicho en 1986, cuando se proclamó a Barcelona como sede de los juegos olímipicos. A partir de ese momento se iniciaron una serie de políticas de promoción del deporte que llevaron a que la olimpiada fuera un éxito, y a que se sentaran las bases de un tejido deportivo sólido.

Así actualmente no se ahoga ningún nadador, siempre se esperan medallas en atletismo, se han conseguido campeonatos del mundo de balonmano, waterpolo o baloncesto (esos que yo sepa)... parece que a veces los planes a largo plazo funcionan.

De toda aquella infraestructura surge ahora una selección de jugadores que desde niños han estado llamados a ser jugadores de élite. Y es que ya son rarísimos los casos de algún deportista que despunte que no lleve practicando su deporte desde la más tierna infancia con una preparación planificada a largo plazo.

Está claro que el hecho que el hecho que siempre ganen los mismos (EEUU, Rusia, China...) no se debe tanto a que tengan más talento como a que se apuesta por el deporte de élite desde la base (al contrario de lo que sucede en el fútbol, que se apuesta por la base desde la élite). Y en el baloncesto había un gran hueco, el que dejó la URSS y Yugoslavia.

Ganar un campeonato de forma puntual puede ser fruto de muchas circunstancias, pero ganar muchos campeonatos, en muchos deportes y categorías, sólo puede ser fruto de una política bien hecha.

Como siga así al final voy a tener que agradecer el título del mundo a Felipe González más que a Gasol.