30.1.07

Controlando las pulsaciones

La experiencia de ir al gimnasio siempre es algo dura, la pereza hace que las zapatillas deportivas sean lo más parecido a unas botas de buzo. Sin embargo la fauna que vive en los vestuarios hacen que cada vez que se va se descubran nuevos e insospechados comportamientos de la especie humana.

Obviaré el aspecto púramente estético y antropológico del asunto, pues daría como hablar y no parar dada la variedad de cuerpos, formas, colores y decoraciones que allí se lucen. Sin embargo son algunos comportamientos lo más interesante.

Un comportamiento bastante común es del exhibicionista confundido, pues en lugar de enrollarse la toalla a la cintura se la echa al hombro cual alforja. La confusión viene porque el vestuario es de tíos que no tienen ningún interés ni se escandalizan por ver ciertas ridiculeces (me niego a creer que no sea por confusión y sea por homosexualidad, pues si el porcentaje de homosexuales en el país fuera proporcional al de exhibicionistas en un vestuario no habría suficientes inmigrantes en el mundo como para levantar la tasa de natalidad).

Me resulta curioso el aseo personal completo, aquellos que además de la ducha se afeitan y repeinan. Realmente esto entra dentro de la normalidad, hasta que se mezcla la actividad deportiva, propia del lugar, con el aseo y se dan cosas como un sujeto afeitándose con el pulsómetro puesto... ¿le subirían las pulsaciones a medida que se veía guapo en el espejo?

Los hay "metrozezuale", que se dan crema en las piernas o la barriga mientras la polla hace círculos al ritmo del masajeo (si esta subespecie se mezcla con la exhibicionista el resultado es tremendo, con cimbreo del miembro en medio del pasillo.

Son impagables las conversaciones, algunas de meros saludos de compromiso, otros con completas historias con intrigas incluidas. Lo que más abunda son las que ilustran las evoluciones deportivas o las tablas a realizar, pero estas resultan aburridas.

Y aunque sean pocos no son nada cobardes los niños que por allí aparecen con su sinceridad, que sin pudor pueden apuntar al trasero de alguien cambiándose mientras gritan entre risas: "¡un culoooo!".

23.1.07

El verdadero sentido de las palabras

Más que las palabras lo que complicado de escudriñar es el verdadero sentido de aquellas frases que tienen un sentido distinto al que aparentan. Y no me refiero a frases dichas con ironía o en un contexto particular, sino frases que invariablemente llevan a engaño.

Una que meha llevado bastante tiempo desvelar, o más bien una a la que me negaba a aceptar su sentido real, es "a ver si un día quedamos para tomar algo".

Cada vez que me la endosaban tenía la esperanza de seguir en contacto con mi interlocutor y poder volver a reunirme con él, pero los intentos de acercamiento siempre reciben inexorablemente una excusa por respuesta para concluir de nuevo en la sentencia "a ver si un día...".

Y es que el sentido real de la frase es: "Tu compañía no me resulta desagradable, pero mejor no nos volvemos a cruzar dos palabras".

Si por insistencia finalmente se consigue concertar una cita entra en juego la segunda parte de la frase: "...a tomar algo", pues resulta casi imposible concretar ese "algo". ¿Comida? ¿copa? ¿tapa?... y lo peor ¿en qué lugar?

El resultado es acabar la cita en breve espacio de tiempo con "un día de estos...".


La segunda frase con un significado distinto al aparente es muy socorrida para los SMS que se envían a los canales calenturientos de altas horas de la noche, así como en los foros de contactos en general: "...y lo que surja". Su uso habitual viene a ser "busco amistad y lo que surja" o "conocernos y lo que surja".

El sentido real es evidente: "si a los cinco minutos de conocernos no estamos follando busco a otra".

15.1.07

Imprecisión alemana

En algún momento de la historia los alemanes se aprendieron bien eso de "cría fama y échate a dormir", pues el tópico nos dice que son serios en el trabajo, eficientes y productivos.

Hace unos años empecé a sospechar que el tópico podía estar equivocado (realmente todos los estereotipos son erróneos ante casos individuales) pues participando en un proyecto financiado por la unión europea descubrí que su idea del trabajo transnacional era hacer múltiples visitas culturales (el jamón y el vino son cultura). Al ir a visitarles comprobé que el "trabajo de campo" lo hacían unos pobres becarios y al final del proyecto (esto hay que reconocerlo) se curraban unos informes magníficos que, salvo mencionar las rutas gastronómicas, mostraban la ingente cantidad de trabajo realizado (unos auténticos tratados de medias verdades).

En este último viaje he confirmado que realmente el tópico se debió construir hace mucho tiempo... y se perdió en la noche de los tiempos.

Tuvimos la desgracia de pasar por el aeropuerto de Frankfurt (espero no tener que repetir) y necesitar tarjeta de embarque para la conexión de vuelos. Intentamos seguir los carteles indicadores, no sin cierta dificultad pues éstos se perdían. Finalmente llegamos a un mostrador de transferencia de vuelos, pero no había nadie (realmente había muchísimos mostradores vacíos, y era media mañana ¿estarían todos desayunando?).

Al no encontrar a nadie a quién preguntar (los únicos trabajadores que había por allí eran las limpiadoras y los que van a bici a toda leche) optamos por usar un punto de información con teléfono y pantalla táctil. Como la pantalla no funcionaba usamos el teléfono, y una operadora nos dijo que nos pasaba con nuestra compañía... y ahí se quedo la cosa, en el pase.

Dando vueltas, tras pasar control de pasaportes y subir y bajar varias plantas, pudimos encontrar a algunas personas a las que preguntar, y que con muy mal careto nos dieron largas. Finalmente encontramos el mostrador y sacamos las tarjetas de embarque.

Con tanta vuelta nos entró sed, y compramos agua. Agua qeu seguramente tendrá propiedades milagrosas y estará bendecida por el Papa de Roma, pues de otra forma no me explico cómo una botella de 30 cl puede costar tres euros (botella que, por cierto, nos hicieron tirar para pasar el enésimo control de seguridad, a pesar de haberla comprado en el aeropuerto).

Pero todo esto no pasaría de lo anecdótico si no fuera porque el 100% de las veces que hemos pasado por este aeropuerto (cuatro veces en total) nos han extraviado las maletas, que quizás las enviaban en tren, pues siempre han llegaod un día después de nosotros (en esta ocasión han quedado extraviadas tanto a la ida como a la vuelta).

Eso sí, vimos porqué el tópico se sigue manteniendo, pues el pasillo para cambiar de terminales (el típico pasillo largo de aeropuerto) tenía ruidos de naturaleza y luces de colores que iban cambiando, todo muy artístico y muy propio para alguna inauguración con bombo y platillo.

8.1.07

El retorno

Cuando la monotonía y la rutina son una constante estos cambios de calendario y saltos entre vacaciones son todo un acontecimiento, al menos lo suficientemente importante como para que retome la escritura de este blog.

En este año hay nuevos propósitos, adquiridos aunque sólo sea para variar, pero entre ellos no está el escribir en el blog, así que esto surgirá como surja.

Anoto por tanto los dos propósitos: tomar clases de piano (tiene que ser más de una para que se cumpla el plural) y correr la media maratón (sin morirme se entiende).

Son pequeñas cosas, las grades se lo dejo a lo que cada día le de por traer, quién sabe, a lo mejor un día llega del océano un mensaje en una botella (luego pondrá algo así como "oferta een Carrefour", pero la emoción del momento no habrá quién me la quite).