8.3.07

Subida a la Maroma

Podría convertirse en una bonita tradición, el caso es que el pasado día de Andalucía volví a aprovechar mi soltería temporal para hacer otra caminata campestre (igual que el año pasado con la subida al Torrecilla). En esta ocasión la subida tendría que ser a una cota un poco más alta, aunque el pico estuviera en la provincia de Granada: La Maroma.

Los días anteriores preparé todo con mimo, planificando horarios y recorridos. Además en esta ocasión todo sería más fácil, pues el trayecto en coche es de una hora escasa (lo peor del senderismo es llegar en coche hasta el punto de partida) y la climatología era muy favorable (día caluroso, muy lejos de las nieves del año anterior).

A las nueve en punto llegué al punto de partida: La zona recreativa de El Alcázar, en el pueblo de Alcaucín.

Armado con mi mochila, bebida abundante y los filetes preparados esa misma mañana empecé a ascender por una pista forestal. En la hora y media que me llevó llegar hasta el siguiente hito no encontré a nadie, sólo el rumor del viento y el sonido de los pájaros. Lo cierto es que hasta la cima (varias horas después) no tuve contacto humano, lo que hizo aún más gratificante e intensa la caminata.

Al final del carril se levantaba la Cuesta de las Víboras, el tramo más duro del recorrido que sube una ladera haciendo zigzag (tuve que hacer un par de paraditas con barra de cereales incluida).

El siguiente tramo era un senderito que se hacía fácil, aunque picaba para arriba. Tras tres horas de camino llegué a una loma y ahí escuché las primeras palabras de todo el día, pues no pude reprimir un ¡guau! cuando apareció Sierra Nevada al fondo, un espectáculo soberbio, sobre todo después de no haber visto más que mis pies durante horas.


(las fotos son cutrecillas, pues no llevé la cámara y me tuve que apañar con el móvil)

A partir de ese momento el sendero desaparecía más que aparecía, teniendo que bordear algún pequeño barranco, cruzar entre montes, atravesar pequeños pinares, e incluso un esbozo de arroyo.

A medida que La Maroma se aproximaba la vegatación iba desapareciendo y las rocas calizas abundando. Se notaba que por allí las heladas debáin ser intensas pues las rocas estaban cortadas abruptamente, e incluso había zonas de arena. Incluso en un momento dado dos grandes peñascos se alzaron ante mí con unas formas que me recordaron al planeta Kripton.

El último tramo había que tomárselo con calma, una pendiente considerable llena de rocas, sin más vegetación que unas pequeñas flores rosa que tienen los cojones de salir en esas condiciones.

A las tres horas y 45 minutos coroné la La Maroma, presidida por úna columna con un cartel que indica que aquello es un punto geodésico, y que quién lo rompa lo paga (decía que estaba protegido por la ley y blablaba).

La cumbre es una meseta que permite pasear en todos los sentidos, divisándose tanto Sierra Nevada como Málaga y la Costa. En esa meseta había pequeños corrales que los montañeros hacen con piedras para resguardarse, pues a pesar de que el día era magnífico el viento soplaba bien fresco (no me quiero ni imaginar cómo es aquello cuando hiela).




Me comí el bocata, un par de plátanos, disfruté del paisaje, del paisanaje (árriba me encontré con gente que venían de distintas direcciones) y del compadreo que hay entre los camperos (me encanta que la gente salude con una sonrisa como diciendo: "estamos jodidos pero contentos".

La bajada fue rápida, un par de horas y media en las que agradecí múltiples veces a los que dejan montones de piedras para señalar el camino, pues perdí el sendero unas cuantas veces.

A medida que bajaba me iba encontrando con más gente, y en el tramo final ya ni les saludaba pues la élite de los camperos quedó arriba mientras la plebe de domingueros daban vueltas por el carril de abajo y por la zona de merenderos, que a esa hora estaba atestada de gente.

Al final la experiencia fue magnífica, sobre todo las horas de camino solitario bajo una temperatura excelente. Desde luego no fue tan intensa como la del Torrecilla, pero la ventaja es que las consecuencias tampoco fueron tan catastróficas.