24.6.05

Sopresa de cumpleaños

No hay un motivo especial, pero los días pasan y no escribo, seguramente porque quiero hacer demasiadas cosas, o más bien unas pocas que llevan mucho tiempo, y entre el mucho abarcar y poco apretar se me olvida marcar el camino recorrido.

A lo que iba: esta semana fue mi cumpleaños, ya en un volumen que empieza a ser preocupante, sobre todo porque ya tengo una edad superior a la que le supongo a mis padres. Hay un momento cuando eres niño que alguien te pregunta qué edad tienen tus padres, y esa edad se queda fijada en tu mente para los años posteriores. En mi caso mis padres tienen treinta años, edad ya superada, lo que me hace plantearme que a pesar de seguir sintiéndome como un crío quizás no lo sea tanto. Quizás el sentimiento de madurez no sería tan acentuado si uno no tuviera que aparentar ser serio, pero a diferencia del colegio nadie me dice qué hacer, con lo que se presupone que yo lo sé.

Lo cierto es que la fecha del cumpleaños ya ha perdido todo su valor. Realmente cuando eres niño no hace tanta ilusión el cumpleaños como los regalos (estamos educados en el consumismo, qué le vamos a hacer), y más concretamente en la excitación de la sorpresa al recibir un regalo.

Otro hito difícil de fijar se produce cuándo en la adolescencia en lugar de recibir un regalo recibes un sobre con dinero "para que te compres lo que quieras", en ese momento ya no hay sorpresa, sólo el interés por el vil metal.

Pero cuando ya se tiene algo de poder adquisitivo el cumpleaños es más triste porque la sorpresa se reduce a "¿qué quieres que te regalemos este año?", llevando inevitablemente a: "me he comprado tal cosa, contribuid con algo de dinero".

Y esa fue la situación este año, y tomada la decisión de adquirir la "tal cosa" (algo caro, por otra parte) ya ni esperé a la fecha señalada.


Sin embargo cuando el día D iba a pasar con más pena que gloria (sazonado por el catarro que me tuvo tirado todo el fin de semana) llegó la sorpresa que hizo el día diferente. Sonó mi móvil y supuse que sería alguien de la familia, pero era un amigo (bueno, un conocido con el que salimos alguna vez) al que le tenía perdida la pista desde hace varios meses.

Él no tenía ni idea que era mi cumpleaños, pero casualmente pasó cerca de mi oficina y me llamó para charlar un rato.

En sí misma la sorpresa ya era buena, pero se multiplicó cuando me contó que se ha casado y se va a establecer por aquí (antes vivía fuera), lo que me abre la posibilidad de entablar alguna relación social... me pregunto si será posible a mis años :-P

1 comentario:

Anónimo dijo...

¡Zefelidades! Que el la manera en la que mi hija felicita los eventos.
Coincidimos casi en el tiempo.
Y, Sí, todo es posible, incluso a tus años.