29.10.04

El deporte perjudica la salud

Después de salir de un catarro (más bien en el eteeeerno proceso de salida que dura un número incontable de semanas) ayer tuve la ocasión de remotar mi actividad deportiva.

Hay que reconocer los beneficios innegables de una actividad deportiva sosegada (como la avidez con la que se devora la comida ese día, sin ningún cargo de conciencia por ponernos ciegos), sin embargo las actividades grupales tienden a una competitividad que lleva a un empeoramiento notable de nuestra salud.

Llegué feliz al campo de cesped artificial luciendo mi indumentaria de portero (todo orgulloso lucía yo mis guantes de estreno de 8 euros en el Carrefur), cuando el colega que me llamó me dijo: "Ya tenemos portero, así que hoy juegas"... ¡Horror! ¡Espanto! hora y media de futbol siete corriendo (es un decir) la banda izquierda, a la vez que soportando la presión de los compañeros gritando: ¡Hay que bajar a defender! ¡Llega a ese balón! ¡A ver si corremos más!

Cuando en el colegio hacía baloncesto tuve un entrenador que gritaba constantemente: "Que nadie pare hasta que saque el hígado por la boca"... ayer me acordé de él cuando en pleno ataque de tos e inicio de mareo provocado por la asfixia sentí una masa viscosa en mi boca: el hígado. Bueno, aunque no fuera así yo me convencí de ello y paré.

Pero claro, aparte de eso, del dolor de espalda debido a la inactividad de varias semanas, de los callos y de la uña del dedo gordo del pie que otra vez está cascada, no podía abandonar el escenario (del crimen a esas alturas) pues debaja colgado a mi equipo con el riesgo de que no contaran conmigo para futuros eventos, con el decaimiento en mi exiguo contacto con la sociedad.

Ahora con el resuello otra vez recuperado espero la próxima llamada para un acto deportivo, y que en esa ocasión lo perjuducial que de por sí es el deporte no se convierta en algo heróico como aconteció anoche.

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