28.10.04

La mano libre

 
Si el estrés es uno de los grandes males de la sociedad la teoría que ahora planteo ayudará a la mejora de la calidad de vida de un forma rotunda e indiscutible.

Y es que el estrés que se nos acumula no es el causado por el trabajo, o incluso por la familia, pues esos son los grandes estreses que luego liberamos con unas vacaciones (a veces forzosas, eso sí) o un rato de ocio.

El problemático es el estrés autoinflingido en las pequeñas cosas del día. Planteo la siguiente situación: uno llega a casa después de hacer la compra, preguntándose de qué material estará hecho el plástico de las bolsas que es capaz de soportar varios quintales de suministros, bolsas que además tienen el empeño de demostrarnos que ni el diseño ni el color de los dedos de nuestras manos son acordes para semejantes tareas.

En esas estamos cuando frente a la puerta del ascensor tenemos que pulsar el botón para llamarlo, momento en que se realizan toda clase de malabarismos a la par que demostraciones de lo hermosos que están nuestros biceps con tal de conseguir arañar el pulsador con el dedo pulgar.

Llega el ascensor y en otro ejercicio de contorsionismo abrimos la puerta con un dedo mientras la sujetamos con el pie, intentando escurrir nuestro cuerpo hacia adentro con mayor celeridad que la que imprime el peso de la puerta al cerrarse.

A continuación repetición del número del pulsador (máxime si hay que subir más allá de la segunda planta), apertura de la puerta con la espalda y momento de máxima dificultad: atinar con la llave en la cerradura.


Planteo a continuación otro caso: Se finaliza la comida y se empieza a recoger la vajilla, cargas al máximo (un plato en cada mano más la botella de agua en el sobaco, uno no da para más), luego se suelta la botella para a continuación abrir el cubo de basura e intentar tirar toda la porquería, que inevitablemente cae en el hueco entre la bolsa y el cubo, o rueda y rueda por la montaña de residuos que se acumulan.


Y como estos podemos encontrar muchos casos de estrés cotidiano que se solucionan aplicando una máxima: "Dejar siempre una mano libre". Es increible comprobar lo útil que es el uso de las dos manos cuando éstas actúan de forma cooperativa (una ayuda a la otra) y no competitiva (las dos realizando la misma tarea, a ver cuál es más chula).

La máxima "Dejar siempre una mano libre" tiene una excepción: el transporte puro y duro de material. En el momento que haya que realizar otro movimiento (abrir una puerta, pulsar un botón, tirar los restos de comida...) una de nuestras manos debe estar libre para comprobar, con la mayor de las sorpresas, lo sencillas que resultan estas tareas.

"Dejar siempre una mano libre" aumenta nuestro nivel de relax y confort, evita estrés cotidiano a la par que previene lesiones debidas a contorsionismos para los que estamos poco entrenados.

Eso sí, con la fuerza de la costumbre tenderemos a ocupar ambas manos por lo que nuestro principio deberá estar presente constantemente: "Dejar siempre una mano libre".


He dicho.

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