10.11.06

El acoso de Murphy

Tener una avería con el coche es algo por lo que todos los conductores pasamos de vez en cuando, pero pienso que Murphy se cebó con el mío esta semana.

Salí de casa por la mañana para ir al trabajo el día que más ha llovido en los últimos añós (por aquí llueven un par de días, pero lo llueve todo de golpe).

Arranqué el coche, y a los pocos metros el piloto del aceite me pitó. Paré y bajo el primer remojón comprobé que el coche estaba seco, así que aparté el coche como pude y me fui a buscar una gasolinera para comprar un par de litros.

Además de ser el día que más llovió también daba la casualidad que era el único día en varios años que las gasolineras estaban en huelga, así que me tuve que dar un magnífico paseo para encontrar una gasolinera de guardia, comparar el aceite y volver al coche.

La cosa parecía normalizarse, pero con el paseo había perdido un montón de tiempo y ya iba a pillar el atasco de salida de la ciudad en todo su apogeo.

Superada la primera parte de semáforos vi que el atasco se prolongaba mucho más allá de lo que sería razonable, hasta el punto de un bloqueo total de la autovía. Y es que es el único día en todos los años que llevo haciendo ese camino que una huelga provocó un bloqueo de los accesos al lugar de trabajo, así que tardé hora y media en el habitual trayecto de quince minutos.

Evidentemente ya no había sitio donde aparcar, así que dando vueltas me volvió a pitar el indicador del aceite (¡horror!). Paro el coche y un manchurrón de aceite empieza a aparecer por debajo (después del negro, con la lluvia, el aceite se vuelve multicolor, ¡qué gran descubrimiento!).

Llamo al seguro y me dicen que la grúa llegará en tres cuartos de hora, así que como el coche estaba parado de cualquier forma me quedo dentro a esperarle. A la hora me llaman para decirme que la grúa se ha quedado atascada y que aquello no avanza (bueno, ya lo sabía) así que tardarán un rato largo.

Empujo el coche hasta dejarlo en zona azul, pago el ticket y me voy para la empresa (menos mal que estaba cerca). Al ir a entrar me llama el de la grúa: que ya ha llegado (no me dio ni tienpo de sercarme un poquito).

Pues ale, a cargar el coche, otro remojón, y para el taller.

Llego al taller y me dicen que el coche se tiene que quedar unas horas, así que llamo al seguro par auqe me envíen un taxo para llevarme de vuelta al trabajo.
Cuando ya estaba haciendo buenas migas con el contestador de "todos nuestros gestores están ocupados, manténgase a la espera" me contesta una teleoperadora, que me toma los datos, me dice que efectivamente el seguro me cubre el taxi, pero que se tiene que asegurar que el coche no me lo tendrá listo ese día, que si le puedo pasar a alguien del taller.

Le explico el caso a la chica del taller que me atendió, coje el teléfono y dice: "Hola, mire que el coche no puede estar hoy" y me devuelve el teléfono.

Lo impresionante es que la del seguro se quedó convencida del todo (a eso le llavo una verificaciónen condiciones), así que dice que me va a pasar con otra persona que se encarga de pedir el taxi.

Cuando estaba a punto de pedirle matrimonio al contestador me contesta otra teleoperadora y me vuelve a pedir los datos (deja vú?) y finalmente dice: "le voy a pedir el taxi, manténgase a la espera". Cómo no, con lo que estaba hechando de menos esa voz que me dice que no se olvidan de mí aunque el teléfono me esté achicharrando la oreja del tiempo que lleva ahí pegado.

- ¿Señor?
- ¿Sí?
- El taxi llegará en 45 minutos.
- ¿Cómo? para eso me cojo el autobús.
- Es que está en la otra punta de la ciudad.
- ¿Y no hay más taxis? míre, déjelo.

Tras unos minutos de diálogo de besugos la mujer me dice que efectivamente me pueden enviar un taxi en diez minutos. Para mí que Maphre tiene acciones de Movistar, pues si no no me explico el interés en tenerme casi una hora pegado al móvil.

Llega el taxi y dice que mi trabajo está muy lejos y que esa distancia no la cubre el seguro. Le digo que le pago la diferencia y el tipo dice que no, que cómo me va a cobrar sólo un par de euros por un trayecto de varios kilómetros (me parece que las matemáticas no eran el fuerte del taxista).

De nuevo habla con alguien de su compañía, me lo pasa, le digo que le pago la diferencia y me dice que no hay problema. Cuelgo y se lo digo al taxista, pero no se convence, así que llama de nuevo a la compañía para decirles que si le habían dicho que le daban diez euros, y el trayecto cuesta quince, ¿cómo es que yo sólo pago cinco? (lo dicho, un monstruo de la matemática avanzada).

Finalmente se convence y con unas cuatro horas de retraso llego al trabajo.

Por cierto, a la media hora salió el sol.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me encanta tu forma de narrar.

pd: gracias por tu comentario en "mi vida es tan chick lit"