12.6.06

La firma que nos identifica

Estos días se ven en la tele a muchos futbolistas que le firma autógrafos a niños (y no tan niños) con motivo de la densidad de jugadores que hay por obra del mundial.

Cuando los veo firmar supongo que no lo harán con la misma firma con la que rubrican sus contratos, pues un autógrafo en mal sitio podría suponer mucho dinero (a no ser que firmen con sangre).

Por tanto es de suponer que los autografiadores tienen dos firmas, y ambas diseñadas con algo de meditación. Como la de los notarios, que una firma que ocupa medio folio no se le ocurre a uno de la noche a la mañana (habrá algún tema en notarías que cuente cómo hacer una firma pareciendo que se está pintando un Miró).

Y eso me hace dudar de si mi firma no tendría que estar un poco más cuidada, si quizás la que uso para firmar los (el) contratos (contrato) millonarios (en falsas esperanzas) debería ser un poco más elaborada que el garabato que uso para firmar el correo certificado.

Y es que hay quién le saca la personalidad a uno por la firma, y yo me pregunto ¿me sacaría a mí la personalidad de cuando tenía doce años? Pues es a esa edad cuando, tras mucha meditación, elaboré una firma.

La meditación fue tal que así:
(Mamá) - Recuerda que mañana vamos a comisaría para sacarte el DNI, que si no te pueden dar el graduado.
(Bachillerito) - Sí mamá.
- ¿Has pensado ya la firma que vas a poner?

Uy, a las once de la noche me puse a hacer garabatos (algo así como escritura automática, por el sueño que tenía) y al que se repitió dos veces se la otorgué. Lo practiqué un puñado de veces y ¡voilá! ya tengo firma.

Hay quién se la cambia cuando madura. Yo sólo le añadí una línea debajo para poder escribir dedicatorias a mis fans (dejo el espacio justo para escribir "con cariño" o "para fulanita")... y no sé yo si esto significa haber madurado mucho desde entonces.

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