16.3.10

Hasta que llegó ella.

Ulises apenas aguantó tranquilo las primeras imágenes de la ecografía de su hermano, así que nos tuvimos que salir a la sala de espera.

La sala era amplia, con muchos sitios donde sentarse y pocas cosas que romper, así que Ulises campó a sus anchas, correteó, se subió en los sillones, se tiró al suelo, bromeó con las personas que había por allí, incluso descubrió una puerta que se camuflaba en la pared.

No paró hasta que entró una niña de edad similar a la suya.

La niña era bastante tímida, escondiendo su sonrisa tras las piernas de la madre. Ulises se paró a unos metros de ella y la observó entre tímido y curioso. Me senté cerca de Ulises y el se apoyó en mi pierna sin quitar ojo a su acompañañnte en la distancia.

En un momento dado ambos apoyaron un pie sobre la punta al tiempo que encogían la pierna, en la imagen más tópica que uno se pueda imaginar sobre timidez.

A los pocos minutos la niña se fue, y el terremoto Ulises volvió a reventar los sismógrafos.

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