27.9.06

Fruta fresca

Los urbanitas ya pensamos que las frutas y hortalizas saben a plástico, pues hemos olvidado lo que supone saborear un tomate de verdad. Sin embargo un día en el pueblo te saca de la ignorancia y te sume en una profunda depresión cuando tienes que volver a pasar por la frutería del Mercadona.

Los tomates no están en la nevera, sino directamente en la mata. Un día antes de preparar la ensalada el abuelo se encarga de recogerlos, así como las cebollas (algunas de casi un kilo), resultando toda una experiencia comer una simple ensalada de tomates.

Después de la comida sales de la casa y das buena cuenta de la higuera. O por la tarde se cojen unas cuantas "acerolas" (así llaman a un pequeño fruto de un árbol que tiene textura de manzana y sabor y tamaño de cereza) para ir picando.

Todo ello en el "jardín" de la casa, pues si ya hablamos de lo que viene de las tiendas de los alrededores sería un no acabar.

Ese magnífico jardín (realmente un pequeño huerto y algunos árboles frutales) lo mantiene el abuelo, que a sus más de 85 años pasa sus ratos entre los paseos por el pueblo y su afición al hazadón, al que ha estado unido prácticamente toda su vida. Su cara muestra las arrugas propias de su edad, pero su lucidez y sabiduría son inconmensurables, con la experiencia que da haber vivido los tiempos duros de la posguerra, haber criado una familia numerosísima, y haber dedicado buena parte de su tiempo a mejorar el pueblo siendo alcalde (de los que se preocupaban porque el agua llegara a las casas y el asfalto a las carreteras, no de los que lucen el palmito).

Ahora volverá a pasar mucho tiempo hasta que me vuelva a comer un tomate a bocados, pero sé que el abuelo seguirá cuidando la mata para cuando yo, como cualquier otro miembro de la familia, le haga una visita para rendirle pleitesía.

PD: Lo sé, me pongo muy coñazo cuando vuelvo del pueblo. Me deben sentar mal el aire y los tomates sin contaminar.

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