El Hotel "Best Western Florida" estaba muy bien situado, y en una zona que finalmente resultó fácilmente indicada desde las rondas de la ciudad, pero como siempre ocurre en estos casos la calle por la que íbamos a entrar estaba en dirección prohibida, además de amenizarse la cosa con algunas obras que añadieron más confusión.
Pero bueno, encontramos un parking cerca y ahí soltamos el coche pues en Lisboa no hay zona azul sino que toda la ciudad es zona azul.
El hotel resultó malillo a pesar de sus cuatro estrellas, el cuarto de baño de la habitación olía a humedad, la televisión no tenía muchos canales (el único canal español era del de noticias 24h) y el servicio de habitaciones poco variado (bueno, esto no importa puesto que nunca lo utilizamos). También tenían cierto desmadre en recepción, lo que nos permitió desayunar de gorra pues no habían pasado la nota cuando nos fuimos.
La intención era tomar un "bus turistic", pero a las cinco de la tarde dejaba de circular así que optamos por patearnos el centro. La verdad es que el paseo fue agradable, con una zona comercial muy animada y unos edificios antiguos muy bien restaurados.
Enseguida nos percatamos de cuales son las imágenes más típicas de la ciudad: los tranvías y un anuncio en el que sale Collina (estaba por todas partes el calvo este).
Cuando ya estábamos reventados fuimos para el hotel y caímos rendidos, pues las caminatas por las cuestas de Sintra habían hecho mella. Directamente cenamos un par de piezas de fruta y al catre.
Al día siguiente desayunamos en el hotel (por cierto que tienen el peor zumo de naranja que he probado en la vida) y salimos a por el "bus turistic" nos habían recomendado.
El trayecto no estuvo mal, a pesar del viento "fresquito" que soplaba, pero así como en otras ciudades el "bus turistic" es de obligado uso aquí la verdad es que se puede pasar sin él perfectamente, apenas aporta información y se llega a todos los sitios fácilmente en autobús o tranvía (aunque ambos sean caros).
La primera parada fue en la torre de Belén, puesto de vigía y defensa junto al río Tajo. La tarifa de entrada era de las caras (cinco euros por cabeza), pero asumido el impuesto revolucionario de turista la verdad es que merece la pena pues el monumento está muy bien cuidado y tiene un puñado de escaleras que subir, requisito imprescindible de toda visita turística que se precie :-)
A pocos minutos andando estaba el Monasterio de los Jerónimos, el primer claustro que me encuentro en que se vean cosas y no sólo haya que imaginarlas. Sencillamente espectacular, estratósférico. Quizás no tiene el encanto de algunos claustros románicos, pero verlo lucir en todo su esplendor es algo que no hay que perderse, y bien merece tomarse un momento de meditación.
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