Hace unos años (allá por el paleolítico más o menos) el precio de la vivienda era desorbitado, pero quién más quién menos se podía ajenciar su cueva o choza para salir del nido paternal. A nada que se progresara esa vivienda podía tener una respetable cantidad de metros que permitía acumular una ingente cantidad de trastos.
Con la llegada del mundo moderno (ese en que se tiene que vivir con los padres hasta los treinta y dejando el nido para meterte en un cascarón) hemos tenido que ir adaptándonos a espacios más reducidos. Sin embargo nuestro afán de mantener trastos ha hecho aparecer la figura del "trastero".
El trastero es un triste cuartucho que suele estar bajo la casa (en el garaje) demostrando que no es que falte espacio (en lugar de hacer el trastero en el garaje que lo construyan pegadito a la casa, sería más fácil y gastamos el mismo espacio) sino que no se quieren hacer casas grandes para poder mantener los precios.
En este trastero se guardan todas aquellas cosas que no podemos tirar por razones varias, pero que almacenamos por tiempo indefinido hasta que alguna vez se nos ocurra que hacer con ellas.
En caso de existir es inevitable que haya ocasiones en las que el trastero agote su capacidad, con lo que no nos queda más remedio que sacar a la calle aquellas cosas que tantísimo valor tenían para que la recoja el servicio municipal de limpieza.
Sin embargo son trastos a los que les tenemos mucho apego, de un valor sentimental incalculable, así que en los muebles podríamos dejar una nota para el servicio de basuras que diga lo siguiente: "Señor basurero, tenga cuidado con este mueble, trátelo como si fuera suyo. Y si no tiene sitio en su casa devuélvalo a su carpintero original, que seguro que sabe cuidarlo adecuadamente."
...
Será que al gobierno se le ha olvidado escribir la nota en un post-it pegado en la frente de cada uno de los inmigrantes que ha devuelto a Marruecos, por eso los dejan en medio del desierto en lugar de cuidarlos como si fueran suyos. ¡Qué descuido tan tonto!
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1 comentario:
Es que claro, cuenta que son inmigrantes y en consecuencia, no les tenemos cariño. Las cosas son así, no son muebles, son personas.
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