4.11.04

La siesta de ojos abiertos

Algo hay en mi talante europeo que hace que me siente bastante mal dormir una siesta, y no hablo de las evidentes malas consecuencias que tendría darse una cabezadita en la mesa de trabajo. Supongo que habrá gente a la que no le guste dormir a mitad del día por la desorientación con la que uno se despierta (sobre todo cuando el fin de semana pasado hemos tenido que volver a cambiar la hora).

Sin embargo el gen hispánico impone su voluntad y obliga a cierta desconexión mental, lo más parecido a una siesta con los ojos abiertos, que tiene la innegable ventaja de poderse realizar incluso en horario laboral con el jefe a pocos metros.

Y este mensaje es el resultado de esa siesta, y consumiendo apenas la energía de tres neuronas además de simular que estoy despierto hago repiquetear el teclado del ordenador de forma rítmica como si estuviera plenamente concentrado en mis labores.

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