30.10.09

Camino de la guarde

Para intentar optimizar un poco ls idas y venidas, esta mañana hemos probado que sea yo el que lleve a Ulises a la guardería. Eso implica que entre más de una hora antes, pero el madrugón no es problema para Ulises, pues incluso antes de su hora ya estaba contándonos lo bien que había (salvo para tomar el biberón de la mañana ha pasado toda la noche en la cuna).

Una vez arreglados Ulises agarró su mochilita (ahí lleva su vaso de agua, el chupete y una muda completa) y salimos andando de casa, pues el carro no era necesario al ir en coche.

En pocos minutos nos plantamos en la calle de la guardería, donde aparcamos sin problema, llevé a Ulises en brazos hasta el portal y allí le puse en el suelo, le di su mochila y me siguió hasta el ascensor. Ambos esperamos pacientemente que el ascensor bajara, y al abrir la puerta Ulises entró de forma casi solemne. En ese momento no pude evitar recordar cuando mi abuelo me llevaba al colegio al ver a Ulises moviendo su bolsa.

Al llegar al piso de la guardería seguíamos caminando, le dirijí un poco los pasos, tocamos el timbre y nos abrieron la puerta.

Ulises seguía soriente, pero cuando Isabel (la directora de la guardería) le cogió la mano para que le acompañara Ulises hizo ademán de ir hacia dentro, pero al instante se giró y entre sollozos vino a abrazarse a mis piernas. Isabel, que a pesar de su juventud parece que está bien curtida en estas lides, le cogió en brazos y se lo llevó para dentro con presteza, mientras se escuchaban los llantos de Ulises alejándose.

Es muy poco habitual que Ulises llore al llegar a la guardería, aunque no lo es menos que lo lleve yo a tan tempranas horas.

El resto del día transcurrió con normalidad, entre risas sólo interrumpidas por unas muelas que siguen molestando al despuntar.

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