Esta mañana, al ir a cambiarle el enésimo pañal, la venda alrededor del ombligo se le había desprendido, y con ella el último reducto de su dependencia uterina.
El ombligo que se ha quedado es majo, pero dentro aún está algo fresco y tendremos que consultar a la pediatra, a la que por cierto ya hemos pedido cita (el miércoles contaré qué tal).
Esa caída del ombligo va a sociada con una progresiva dependencia de la madre, aunque me da a mí que más que depender de la madre, de reconocerla por el olor, de establecer un vículo emocional y todas esas cantinelas edulcoradas que vienen en los libros, lo que el bebé quiere es el papeo (bebercio, en su caso).
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