Ellos han pasado el día en casa, y como mañana tienen que afrontar la aventura de ir al pediatra hemos estrenado "el huevo" para salir a pasear (el capazo es demasiado aparatoso y pesado).
Al principio Ulises se ha quejado un poco, y está claro que el ascensor no le gusta, pero en cuanto salimos a la calle se queda muy tranquilo. Hemos paseado unos diez minutos hasta que en un semáforo tuvimos que esperar demasiado (nos hemos vuelto mega-repetuosos con las normas de tráfico, nos paramos incluso si el semáforo de peatones parpadea) y Ulises percibió que estaba quieto, así que se puso a llorar.
En un principio lo cogí en brazos (por si le sucedía algo), pero lo único que quería era estar en brazos, así que le dejamos llorar unos minutos en el carrito y se volvió a calmar él solo, disfrutando de un agradable paseo de vuelta.
Luego en casa la rutina de las tardes: bañito, comida y un rato de música y baile hasta que se queda sopa... y así está ahora, esperando a que me meta en la cama para volver a activarse (pero lo hace de buen rollito).
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