16.2.05

Caminito de Jerez (II)

Fácil, muy fácil es llegar al centro de Jerez en coche para soltarlo en algún parking. Coincidió además que el parking "Centro" está al lado de una oficina de turismo en la que nos proporcionaron un mapa además de horarios de sitios que visitar.

Por cierto que la oficina de turismo también abría por la tarde y el domingo, algo que parece lógico para las oficinas de turismo, pero que es poco habitual.

La primera visita prevista era a las bodegas Domecq (la reserva estaba hecha con antelación pues en fines de semana sólo hay visitas para grupos), tras echar algo al estómago en previsión de que la degustación de vinos no cayera en el estómago vacío.

Para los que somos unos legos totales en lo que a vinos se refiere la visita es de lo más instructivo. Se inicia con un vídeo que te pone en antecedentes y se continúa con un paseo por las bodegas en el que se repasa el proceso de elaboración del vino. Se puede afirmar sin tapujos que ¡eso sí que es tecnología! y no lo que hacemos los machacadores de teclas. No tanto por la maquinaría como por los procedimientos tan elaborados que se requiere para mantener la calidad de los distintos vinos.

Al final de la visita degustación. Empezamos por el fino (fresquito, entra bien pero nada especial), luego el oloroso (coño, ¡qué bueno está!), luego uno más dulce hecho a base de mezcla (estaba dulce, pero pegaba cosa mala) y para los valientes un brandy (ni abrimos la botella)... ¡estoy hecho todo un enólogo!

El resultado fue salir de las bodegas agarrados cual enamorados y riéndonos cual borrachos, y es que no estamos muy hechos al alcohol.


Hicimos lo que es más recomendable en estos casos: irnos de tapeo. Recalamos en un sitio llamado "El Gallo azul", bar de tapas casi todo exterior y soleado pues está en una esquina de un cruce de varias calles grandes. La carta tenía una lista de tapas de sugerentes nombres (nada de magro con tomate o ensaladilla rusa) sólo superados por su excelente calidad ¡impresionante!

Creo que pedimos un total de seis tapas que venían bien surtidas, además de estar exquisitas. Pero lo mejor fue comprobar que todo salió por siete euros por cabeza. En definitiva: Visita obligada a "El Gallo azul" cuando alguien se pase por Jerez.

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