Con el paso de los años uno tiende a optimizar con la experiencia esas pequeñas rutinas a las que nos vemos obligados por el mantenimiento que requiere nuestro bípedo transporte. Algunas veces la optimización no es tanto en consumo de recursos sino en acomodamiento de determinadas manías.
Sin embargo, por más que se repita el proceso, hay otras que no hay forma de optimizar ni en uno ni en otro sentido.
Y así me encuentro yo limpiándome los dientes. La rutina que he desarrollado consiste en poner la pasta al cepillo, abrir el grifo, realizar un primer enjuague bucal (recogiendo agua con la técnica de bifurcación de la cascada), cerrar el grifo e iniciar el proceso de cepillado.
Hasta aquí todo perfecto, no entraré en detalle de los dos minutos siguientes en los que recorro toda la cavidad bucal con el cepillo empezando por los incisivos, luego molares de la zona derecha, después izquierda...
Llegado el momento del aclarado aparece mi problema de optimización de recursos. Justo antes de iniciar el enjuague abro el grifo y, por alguna desconocida fuerza de la naturaleza que no alcanzo a comprender, soy incapaz de interrumpir el cepillado de forma inmediata, dejando correr el agua de forma inútil.
Tras unos segundos finalmente logro romper esa barrera espacio-temporal iniciando los dos enjuagues sin levantar la cabeza y el tercero con unas suaves gárgaras... pero el mal ya está hecho.
No cejaré en el empeño de superar ese bloqueo que me lleva a despilfarrar recursos naturales varias veces al día.
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1 comentario:
Y eso sin contar el despilfarro de pasta dentrífica con que nos obsequian las compañías del gremio. Con las enormes aberturas de los tubos, depositamos en el cepillo muchísima más pasta de la que realmente necesitamos. Hay que ver.
Un abrazo.
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